Las barreras del desconocimiento:

10/2/2018

Año de diagnóstico: 2010


El derecho de Antonio a que le enseñen como aprende
Hablar de la dislexia desde donde yo la miro, desde este lugar de privilegio, que no muchos tienen.
Soy maestra de educación inicial, tengo cinco bellos hijos, los cuales me han enseñado los mayores aprendizajes de mi vida.
El último de ellos, el más pequeño, el mimado de la familia es Antonio. El llego a nuestras vidas de sorpresa siendo un bebote hermoso y rozagante de 4,750 kg.
Su desarrollo fue normal, solo que era muy tímido, cuando salíamos de casa, no hablaba con nadie, excepto con nosotros y en ocasiones al oído.
Comenzó el jardín de infantes en sala de 4 años, luego de 5 años, sus evaluaciones eran excelentes.
Pero empezó primer grado, y comenzaron los problemas al aparecer las letras.
Después de volver de la escuela, nos sentábamos a estudiar, recuerdo haber usado todo lo que conocía en ese momento sobre el aprendizaje de la lectoescritura, y nada funcionaba, pensaba que podía fallar, le solicite al pediatra que le realizara los pedidos para los estudios oftalmológicos y auditivos, algo no estaba bien, era una preocupación que no me dejaba descansar.
Solicite una reunión con la docente, para preguntarle que podíamos hacer a lo cual sugirió que buscara una maestra particular dos veces por semana y esperar a que madure.
En esa época yo daba clases en Maria Grande y viajaba todos los días con un grupo de docentes de la escuela especial. Maria Laura, Belkis, y Patricia, me escucharon, aconsejaron y pusieron en mi vocabulario una palabra para mí nunca escuchada, dislexia. Al comentarles me sugirieron consultar con una psicopedagoga, que ellas me recomendaron. Allí hizo la aparición una persona generosa, sensible y valiente que trajo tranquilidad a nuestra angustia. Lía me escucho y tranquilizo, recuerdo claramente sus palabras “es un niño con ganas de trabajar, ya vas a ver que vamos a encontrar la forma de que aprenda”. Al cabo de unos meses llego el diagnostico, era dislexia. Al principio fue hasta tranquilizador saber que era solo eso, después aparecieron una escalonada de obstáculos a sortear.
Primer problema la escuela, su maestra, ella al igual que yo no sabía de qué se trataba, como se trabajaba con un niño con dislexia.
Recuerdo una reunión con directivos, MOI de la escuela y maestros, esas reuniones donde intentan intimidar más que sumar que al mostrarles las evaluaciones de jardín de Antonio la gran frase que había utilizado su maestra de jardín para justificar su error fue” Antonio era tan bueno, que no lo vi” un dolor mayor para mí, que había confiado en las palabras de la colega, sin siquiera pensar en que pudiera equivocar
Y fue un aprendizaje para todos, con muchos tropiezos, con avances y retrocesos. Tuve que tomar las riendas y empezar a aprender de qué se trataba esta condición. Al principio fue algo de leer artículos, luego no me alcanzaba con esto, necesitaba un modo de llevar este conocimiento a otros colegas que como yo, no sabían de la existencia de la dislexia. Una extravagancia pensando que se conoce la dislexia desde 1872. Lo primero fue hacer un grupo de Facebook, donde compartía los artículos que me parecían interesantes, luego llego la página, y esta necesidad de encontrar más madres como yo en esta tarea titánica de tener que obligar a la escuela a modificar sus prácticas, para que mi hijo no quedara afuera.
Año a año nos encontramos, con la barrera de maestra nueva, maestra que debía aprender lo que era la dislexia y cuáles eran las adecuaciones de acceso al contenido. Lía con su paciencia infinita, asistía a las reuniones a darle forma a lo que supuestamente se le había dado el año anterior
Antonio hasta tercer grado tuvo maestra de especial en horario extra escolar. Su semana estaba repartida en una sesión de psicopedagoga semanal y 4 clases de maestra particular. En cuarto grado Lía nos recomendó empezar a espaciar las clases de maestra particular, así que tenía una sesión de psicopedagoga, 2 clases de maestra particular y como había leídos sobre las cualidades del kung fu y Antonio se entusiasmó agregamos dos clases semanales.
Al ingresar a quinto grado solo asistía a las sesiones de psicopedagogía, y a clases de kung fu tres veces por semana. Además de incursionar en los scout los días sábados.
Mientras esto sucedía la página seguía creciendo, y vía redes sociales me conectaba con los autores de los artículos que leía, en su mayoría personas sencillas que escuchaban y daban consejo de cómo hacer la diferencia.
Al ingresar a sexto grado se comenzó a hablar de la posibilidad de una ley de DEA, o de dislexia, a partir de allí se originaron varios grupos de trabajo con personas de todas las provincias Argentinas, para lograr dicho cometido, de los cuales participe. A nivel nacional los medios de comunicación comienzan a hablar del tema y llego el 19 de octubre de 2016 se aprueba en cámara de senadores nacionales la tan esperada ley. Recuerdo haber llorado de emoción, y esto hizo posible empezar a contactar más madres para poder conseguir la adhesión de la ley en la provincia.
Entre tantas páginas encontré una página española, con un diagnostico on line, la cual confirmo aquello que yo sospechaba, dislexia, y comencé a reconocer mis falencias en los listados de características de personas con dislexia, mi historia educativa, nadie se había percatado, yo aprendí a leer y escribir, siempre llegaba entre los últimos a eximirme, durante la primaria, en la secundaria ya había conseguido algunas estrategias para aprender. El saberlo me posibilito el reconocer mi modo de aprendizaje, para así potenciarlo.
Poco a poco las madres nos fuimos reuniendo, a través de las redes sociales, un montón de desconocidas que lo único que tenían en común era un hijo con dislexia, cada día somos más, de distintos lugares de la provincia.
Antonio ha logrado posicionarse desde otro lugar. Comenzó este año su secundario en la escuela que el eligió, una de modalidad técnica agropecuaria. Su primer trimestre ha sido una gran alegría, todas las materias aprobadas, y un fuerte acompañamiento de los docentes que ponen su mayor esfuerzo en proporcionarle las herramientas necesarias para que aprenda, y como todo es cíclico, le va bien en la escuela, le gusta ir, se preocupa y ocupa de sus tareas, trabajos prácticos y estudio, solo pide ayuda cuando lo necesita, y como tiene una voluntad inquebrantable, pocas veces la pide.

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