La apraxia es un trastorno neurológico que afecta la capacidad de una persona para llevar a cabo movimientos voluntarios y coordinados. Su historia se remonta a finales del siglo XIX, cuando el médico alemán Hugo Liepmann fue pionero en su estudio.
Liepmann observó que algunos pacientes con lesiones cerebrales no podían realizar movimientos simples, como peinarse o abotonarse la camisa, a pesar de tener la fuerza y la sensibilidad necesarias. Estos pacientes no mostraban debilidad muscular ni pérdida de la coordinación motora, lo que llevó a Liepmann a concluir que el problema residía en el cerebro.
A lo largo del siglo XX, se realizaron numerosas investigaciones para comprender mejor la apraxia. Se descubrió que existen diferentes tipos de apraxia, como la apraxia ideomotora (dificultad para realizar movimientos específicos) y la apraxia ideacional (dificultad para planificar y secuenciar movimientos complejos).
En la actualidad, se sabe que la apraxia puede ser causada por lesiones cerebrales, como accidentes cerebrovasculares, traumatismos craneoencefálicos o enfermedades neurodegenerativas. También puede estar asociada a trastornos del desarrollo, como el trastorno del espectro autista.
El diagnóstico de la apraxia se realiza a través de la evaluación clínica y pruebas específicas. El tratamiento se basa en terapias de rehabilitación que buscan mejorar la planificación y ejecución de los movimientos. Aunque la apraxia puede ser un desafío para quienes la padecen, con el apoyo adecuado es posible mejorar la calidad de vida y la independencia funcional.