La Candidiasis es una infección causada por el crecimiento excesivo del hongo Candida, principalmente Candida albicans, en diferentes partes del cuerpo. Los síntomas pueden variar dependiendo de la ubicación de la infección, pero en general, los más comunes son:
1. Infección vaginal: en las mujeres, la candidiasis vaginal es una de las formas más comunes de esta infección. Los síntomas incluyen picazón intensa en la zona genital, enrojecimiento, inflamación, flujo vaginal espeso y blanco similar al requesón, dolor durante las relaciones sexuales y ardor al orinar.
2. Infección oral: también conocida como candidiasis oral o aftas, se caracteriza por la presencia de manchas blancas en la boca y la lengua. Estas manchas pueden ser dolorosas y pueden sangrar si se raspan. Además, puede haber dificultad para tragar y sensación de tener algo atascado en la garganta.
3. Infección en la piel: la candidiasis cutánea puede ocurrir en áreas húmedas y cálidas del cuerpo, como las axilas, las ingles y debajo de los senos. Los síntomas incluyen enrojecimiento, picazón, descamación de la piel, erupciones cutáneas con bordes bien definidos y sensación de ardor.
4. Infección en las uñas: la candidiasis de las uñas, también conocida como onicomicosis, puede afectar tanto a las uñas de las manos como a las de los pies. Los síntomas incluyen engrosamiento de la uña, cambio de color (amarillento o blanco), fragilidad, desprendimiento de la uña y dolor.
5. Infección en el tracto gastrointestinal: en casos más graves, la Candida puede afectar el tracto gastrointestinal, causando síntomas como dolor abdominal, distensión abdominal, diarrea o estreñimiento, náuseas, vómitos y pérdida de peso inexplicada.
Es importante destacar que estos síntomas pueden variar de una persona a otra, y en algunos casos, la candidiasis puede ser asintomática. Además, es posible que los síntomas se confundan con otras afecciones, por lo que es fundamental consultar a un médico para obtener un diagnóstico preciso.
El tratamiento de la candidiasis generalmente implica el uso de antifúngicos tópicos o sistémicos, dependiendo de la gravedad de la infección y la ubicación. Además, se recomienda mantener una buena higiene personal, evitar el uso de ropa ajustada y húmeda, y mantener una dieta equilibrada para fortalecer el sistema inmunológico y prevenir futuras infecciones.