La distrofia muscular de Duchenne es una enfermedad genética que afecta principalmente a los hombres y se caracteriza por la degeneración progresiva de los músculos. Fue descubierta por el médico francés Guillaume-Benjamin-Amand Duchenne en 1858.
La enfermedad se debe a una mutación en el gen DMD, que se encuentra en el cromosoma X. Esta mutación impide la producción de una proteína llamada distrofina, que es esencial para la integridad de las células musculares. Sin distrofina, las células musculares se debilitan y mueren gradualmente, lo que conduce a la pérdida de fuerza y la degeneración muscular.
La distrofia muscular de Duchenne generalmente se manifiesta en la infancia temprana, entre los 3 y 5 años de edad. Los niños afectados suelen tener dificultades para caminar y desarrollar debilidad muscular progresiva en las piernas y la pelvis. A medida que la enfermedad avanza, los músculos del tronco y los brazos también se ven afectados, lo que dificulta las actividades diarias y reduce la esperanza de vida.
A medida que los músculos se debilitan, los niños con distrofia muscular de Duchenne pueden experimentar problemas respiratorios, deformidades óseas y cardiomiopatía, una afección en la que el músculo cardíaco se debilita. La enfermedad es progresiva y, en la mayoría de los casos, los afectados necesitan una silla de ruedas antes de los 12 años.
Aunque la distrofia muscular de Duchenne es una enfermedad grave y sin cura, se han realizado avances significativos en el tratamiento y manejo de la enfermedad. Actualmente, se utilizan terapias de soporte y rehabilitación, así como medicamentos que pueden retrasar la progresión de la enfermedad y mejorar la calidad de vida de los pacientes.
La historia de la distrofia muscular de Duchenne es una historia de lucha y esperanza. A través de la investigación y el desarrollo de nuevas terapias, se espera que en el futuro se encuentre una cura definitiva para esta enfermedad devastadora.