El Síndrome epiléptico por infección febril es una condición que se presenta en niños entre los 6 meses y los 5 años de edad, generalmente como resultado de una infección viral o bacteriana. Los síntomas de esta enfermedad pueden variar en cada individuo, pero hay ciertos signos comunes que se pueden observar.
Uno de los síntomas más característicos del Síndrome epiléptico por infección febril es la fiebre alta, que generalmente es superior a los 38 grados Celsius. Esta fiebre puede aparecer repentinamente y durar varios días. Además de la fiebre, los niños también pueden presentar otros síntomas asociados con la infección, como dolor de garganta, tos, congestión nasal y malestar general.
En cuanto a los síntomas neurológicos, el Síndrome epiléptico por infección febril se caracteriza por la presencia de convulsiones febriles. Estas convulsiones pueden ser de dos tipos: convulsiones febriles simples y convulsiones febriles complejas.
Las convulsiones febriles simples son las más comunes y suelen ocurrir en niños entre los 6 meses y los 3 años de edad. Durante una convulsión febril simple, el niño puede perder el conocimiento, tener movimientos involuntarios de los brazos y las piernas, y presentar rigidez muscular. Estas convulsiones suelen durar menos de 15 minutos y no causan daño cerebral.
Por otro lado, las convulsiones febriles complejas son menos comunes y suelen ocurrir en niños mayores de 3 años. Durante una convulsión febril compleja, el niño puede tener una convulsión que dura más de 15 minutos, presentar movimientos anormales de la cara o los brazos, y experimentar cambios en la conciencia. Estas convulsiones pueden ser más preocupantes, ya que pueden indicar un mayor riesgo de desarrollar epilepsia en el futuro.
Además de las convulsiones, algunos niños también pueden presentar otros síntomas neurológicos durante el Síndrome epiléptico por infección febril, como irritabilidad, letargo, cambios en el apetito y dificultad para dormir.
Es importante destacar que el Síndrome epiléptico por infección febril es una condición temporal y autolimitada, lo que significa que los síntomas desaparecen una vez que la infección se resuelve. Sin embargo, es fundamental buscar atención médica si un niño presenta convulsiones febriles, ya que se deben descartar otras causas subyacentes y se puede requerir tratamiento para controlar las convulsiones y prevenir complicaciones.