El diagnóstico de los cálculos renales se realiza a través de una combinación de síntomas, exámenes físicos y pruebas de diagnóstico.
En primer lugar, el médico recopilará la historia clínica del paciente y realizará un examen físico para evaluar los síntomas presentes. Los síntomas típicos de los cálculos renales incluyen dolor intenso en la espalda baja o en el costado, sangre en la orina, micción frecuente y urgente, náuseas y vómitos.
Posteriormente, se solicitarán pruebas de diagnóstico para confirmar la presencia de cálculos renales. La prueba más común es una radiografía simple de abdomen, que puede mostrar la presencia de cálculos radiopacos, es decir, aquellos que contienen calcio. Sin embargo, algunos cálculos, como los de ácido úrico, no son visibles en una radiografía simple.
En caso de que los cálculos no sean visibles en la radiografía, se pueden utilizar otras pruebas de diagnóstico, como la ecografía renal, que utiliza ondas sonoras para crear imágenes de los riñones y los cálculos. También se puede realizar una tomografía computarizada (TC) abdominal, que proporciona imágenes más detalladas de los riñones y los cálculos, independientemente de su composición.
Además de estas pruebas de diagnóstico por imágenes, se pueden realizar análisis de sangre y de orina para evaluar la función renal y buscar signos de infección o inflamación. Estos análisis también pueden ayudar a identificar posibles factores de riesgo subyacentes, como niveles anormales de calcio o ácido úrico en la sangre.
En resumen, el diagnóstico de los cálculos renales se basa en la combinación de síntomas, exámenes físicos y pruebas de diagnóstico por imágenes. La radiografía simple, la ecografía renal y la tomografía computarizada son las pruebas más comunes utilizadas para confirmar la presencia de cálculos y determinar su composición. Los análisis de sangre y de orina también son útiles para evaluar la función renal y buscar posibles factores de riesgo subyacentes.