Mi esposo fue diagnosticado con esclerosis múltiple cuando tenía 20 años y falleció poco antes de los 50. Tuvimos dos hijos que están cerca de cumplir los 20 y he estado leyendo que las causas de esta enfermedad pueden estar asociadas a la genética. Con este antecedente, ¿deberían mis hijos comenzar a hacerse las pruebas sin haber presentado síntomas?
La Esclerosis Múltiple (EM) es una enfermedad autoinmune en la que el sistema inmunológico en vez de combatir las bacterias, virus y otros invasores del organismo, ataca por error a los propios tejidos del cuerpo, afectando el cerebro y la médula espinal.
Las causas de esta enfermedad aún no han sido determinadas, sin embargo, algunos estudios aseguran que la genética, el entorno del paciente e incluso los virus que pueda contraer a lo largo de su vida, pueden jugar un papel fundamental, aunque no existen pruebas claras que lo demuestren.
Si bien algunos investigadores aseguran que los familiares directos, como hijos o hermanos de una persona con esclerosis múltiple tienen más probabilidades de contraer la enfermedad, esta no está considerada hereditaria, ya que de ser así, se transmitiría directamente de padres a hijos o a las futuras generaciones.
La susceptibilidad genética a la enfermedad que pueda tener una persona es un aspecto importante a la hora de determinar las causas que pudieron afectar al paciente. Hasta la fecha se han encontrado 110 genes que aumentan el riesgo de una persona de desarrollar esclerosis múltiple en menor grado, pero ninguno de ellos está directamente ligado con las causas de la condición y un paciente diagnosticado con EM posee una combinación de muchos de estos genes.
Al compartir los miembros de una familia parte de los mismos genes, el riesgo de desarrollar esclerosis múltiple es mayor si ya ha habido alguien diagnosticado. Sin embargo, muchas personas diagnosticadas con EM no cuentan con un historial familiar.
Por lo tanto, lo ideal es acudir a un médico y realizar los exámenes solo si la persona presenta los síntomas de la enfermedad, tales como fatiga, alteraciones visuales, dificultad para moverse, entumecimiento, entre otros.
Los síntomas de la EM son impredecibles y varían en tipo y gravedad de una persona a otra y en la misma persona con el pasar de los años; estos pueden desaparecer por completo o, por el contrario, persistir y empeorar con el tiempo.