La Enfermedad Poliquística Renal no es contagiosa. Se trata de una enfermedad genética hereditaria que se transmite de padres a hijos a través de los genes. No se puede adquirir la enfermedad a través del contacto con una persona afectada. Es importante destacar que la enfermedad puede manifestarse de diferentes formas y tener diferentes grados de gravedad en cada individuo afectado.
La Enfermedad Poliquística Renal (EPR) no es una enfermedad contagiosa en el sentido tradicional. No se puede transmitir de una persona a otra a través del contacto directo, como un resfriado o una gripe. La EPR es una enfermedad genética, lo que significa que se hereda de los padres a los hijos a través de los genes.
La EPR es causada por mutaciones en los genes PKD1 y PKD2, que son responsables de la producción de proteínas que regulan el crecimiento y desarrollo de los riñones. Estas mutaciones hacen que los riñones desarrollen quistes, que son sacos llenos de líquido, en su estructura. Con el tiempo, estos quistes pueden aumentar de tamaño y afectar la función renal.
Dado que la EPR es una enfermedad genética, para que una persona la desarrolle, debe heredar la mutación de uno o ambos padres. Si uno de los padres tiene la mutación, hay un 50% de probabilidad de que el hijo la herede. Si ambos padres tienen la mutación, la probabilidad aumenta al 75%.
Es importante destacar que no todas las personas que heredan la mutación desarrollarán la enfermedad. Algunas personas pueden tener la mutación pero nunca desarrollar síntomas o tener una forma leve de la enfermedad. Otros pueden experimentar síntomas más graves y complicaciones relacionadas con la función renal.
La EPR se manifiesta de manera diferente en cada persona. Algunos de los síntomas más comunes incluyen dolor en el costado o en la espalda, presión arterial alta, sangre en la orina, infecciones recurrentes del tracto urinario y disminución de la función renal. Estos síntomas suelen aparecer en la edad adulta, aunque en algunos casos pueden manifestarse en la infancia.
El diagnóstico de la EPR se realiza mediante pruebas de imagen, como ecografías o resonancias magnéticas, que permiten visualizar los quistes en los riñones. También se pueden realizar pruebas genéticas para confirmar la presencia de las mutaciones en los genes PKD1 y PKD2.
En resumen, la Enfermedad Poliquística Renal no es contagiosa, ya que se trata de una enfermedad genética que se hereda de los padres. Es importante que las personas con antecedentes familiares de EPR se sometan a pruebas genéticas y se realicen controles regulares para detectar y tratar cualquier complicación relacionada con la función renal.