El Síndrome de West, también conocido como espasmos infantiles, es un trastorno neurológico poco común que afecta a los bebés y niños pequeños. Se caracteriza por la aparición de espasmos musculares repentinos y repetitivos, que pueden manifestarse de diferentes formas, como sacudidas de los brazos y piernas, flexiones del tronco o movimientos de la cabeza.
Este síndrome suele aparecer en el primer año de vida, generalmente entre los 4 y 8 meses de edad. Afecta aproximadamente a 1 de cada 4,000 niños, y es más común en los varones que en las niñas. La causa exacta del Síndrome de West aún se desconoce, pero se cree que puede estar relacionada con anomalías en el desarrollo del cerebro.
Los espasmos infantiles pueden ser difíciles de detectar, ya que pueden confundirse con movimientos normales del bebé. Sin embargo, es importante estar atentos a los signos de alarma, como la pérdida de habilidades previamente adquiridas, retraso en el desarrollo o regresión del desarrollo, entre otros.
El diagnóstico del Síndrome de West se realiza a través de una evaluación clínica y pruebas complementarias, como un electroencefalograma (EEG) y resonancia magnética cerebral. El tratamiento se basa en el control de los espasmos y la prevención de las complicaciones asociadas. El fármaco más comúnmente utilizado es la corticosteroides, que ayuda a disminuir la frecuencia y la intensidad de los espasmos.
Si bien el Síndrome de West es una condición crónica, el pronóstico puede variar en cada caso. Algunos niños pueden experimentar una mejoría significativa con el tratamiento, mientras que otros pueden presentar dificultades a largo plazo en el desarrollo cognitivo y motor. Es fundamental contar con el apoyo de un equipo médico especializado y brindar una atención integral a los niños afectados y sus familias.