[Información extraída de: Coca, J.R., Esteban Bueno, G. y Soto, A. (2019). "Análisis socio-hermenéutico de los aspectos sociales relacionados con el Síndrome de Wolfram". En: Coca, J.R. (coord.) Enfermedades raras. Contribuciones a la investigación social y biomédica, Soria. CEASGA. Accesible gratis en: https://www.ceasga.es/app/download/7715611964/Libro%20Enf.%20Raras%20ISBN%20ISSN.pdf?t=1555400849]
El Síndrome de Wolfram (SW) es un trastorno genético autosómico y recesivo (4p). Se caracteriza por una diabetes mellitus juvenil, diabetes insípida, atrofia del nervio óptico, pérdida auditiva y neurodegeneración (Urano, 2016). De ahí que a este síndrome también se le conozca con el acrónimo de DIDMOAD o DIDMAOS (Esteban y Gómez, 2006). Este síndrome es considerado una enfermedad rara puesto que se estima que afecta a 1 de cada 55.000-770.000 personas (Karzon, et al., 2018) siendo la frecuencia de portadores de 1/354 (Barrett, et al., 1995). La prevalencia en España se estima que puede ascender a 1:1.000.000 (Esteban, et al., 2018).
El SW cursa de manera variable, de hecho algunas de las personas afectadas pueden desarrollar, sumado a las entidades características del síndrome, hipopituitarismo, neuropatía periférica, enfermedad psiquiátrica, problemas en el tracto urinario, infertilidad, aleraciones mestruales en la mujeres e hipogonadismo en los varones, o síntomas propios de la neurodegeneración del sistema nervioso central como son la ataxia ceberebelosa y la demencia (Esteban y Gómez, 2006; Toppings, et al., 2018).
El diagnóstico es principalmente clínico siendo el estudio genético una herramienta para confirmar. La coexistencia de diabetes mellitus antes de los 16 años y atrofia óptica en la infancia debe de hacernos sospecha de la posible existencia de Síndrome de Wolfram.
La etiología del SW consiste en numerosas mutaciones genéticas del gen WFS1, (OMIM: 222300) ubicado en el cromosoma 4 (4p16.1). De hecho, se han identificado más de 230 mutaciones de este gen WFS1 (Qian, et al., 2015). A su vez, otro gen, denominado CISD2 (4q24), ha sido identificado como elemento causal de una tipología diferente del SW, denominada Síndrome de Wolfram 2 (OMIM: 604928). En esta variedad también se produce atrofia óptica, diabetes mellitus, sordera y neurodegeneración, pero no se produce diabetes insípida (Rigoli y Di Bella, 2012). El gen WFS1 codifica la wolframina (WFS1; OMIM: 606201), una proteína integral de la membrana del retículo endoplásmico de 890 aminoácidos que se expresa predominantemente en páncreas, cerebro, corazón y músculo (Rigoli, et al., 2011). Esta proteína participa en la regulación de la homeostasis del calcio intracelular modulando los niveles de calcio en el retículo endoplásmico (Takei, et al., 2006; Rigoli, et al., 2011). La disfunción del retículo endoplasmático de las células beta-pancreáticas, productoras de insulina, puede inducir apoptosis celular y el consiguiente déficit de secreción de la hormona, característico de la diabetes mellitus. Otras investigaciones han mostrado que las mutaciones en WFS1 también generan deficiencias en el funcionamiento de la Na/K ATPasa (Zatyka, et al., 2008). Este hecho podría explicar la pérdida de audición característica del síndrome, al producirse una alteración en la circulación de potasio en el oído interno. Este problema sería resultado de la interrupción en la interacción entre una de las subunidades de la wolframina (concretamente la b1) y la Na/K ATPasa (Rigoli, et al., 2011).
Como ya hemos indicado antes, también se ha descubierto la presencia de mutaciones en el gen CISD2 el cual codifica la proteína ERIS (endoplasmic reticulum intermembrane small protein), la cual también está localizada en el retículo endoplasmático (Rigoli y Di Bella, 2012, Amr, et al., 2007). ERIS es una proteína muy conservada evolutivamente y, de manera semejante a la wolframina, también está relacionada con la dinámica del calcio en el lumen del retículo endoplasmático (Solovyova, et al., 2002).
No obstante, y pese a estas nociones genéticas preliminares, las numerosas mutaciones genéticas que confluyen en este síndrome provoca que resulte complicado establecer una correlación clara genotipo-fenotipo (López, et al., 2013). De hecho, tal y como indican Asanad, et al. (in press), SW comparte características con afecciones mitocondriales tales como la neuropatía óptica hereditaria de Leber (LHON, por sus siglas en inglés). Ello sugiere que existen etiologías complementarias relacionadas con las disfunciones mitocondriales y el ADN mitocondrial se relaciona también con la patofisiología del Síndrome de Wolfram.
Por todo ello es imprescindible ofrecer un enfoque biopsicosocial en las enfermedades poco frecuentes y, en concreto, en el Síndrome de Wolfram. En este sentido sería conveniente una atención coordinada de carácter multidisciplinario compuesta por Endocrinólogos, Neurólogos, Nefrólogos, Urólogos, Ginecólogos, Oftalmólogos, Otorrinolaringólogos, Pediatras, Psiquiatras, Trabajadores Sociales, Psicólogos sin olvidar el papel fundamental del médico de familia para coordinar todo este equipo y atender los requerimientos de las familias (Esteban, et al., 2015).