El trastorno de la biogénesis peroxisomal es una enfermedad genética rara que afecta la función de los peroxisomas, orgánulos celulares esenciales para el metabolismo de lípidos y otras moléculas. La historia de esta enfermedad se remonta a mediados del siglo XX, cuando los científicos comenzaron a investigar los peroxisomas y su papel en la salud humana.
En 1963, el investigador sueco Rhodin describió por primera vez los peroxisomas en células humanas. Poco después, en 1964, el científico alemán Christian de Duve acuñó el término "peroxisoma" para describir estos orgánulos. A medida que la investigación avanzaba, los científicos comenzaron a comprender mejor la importancia de los peroxisomas en el metabolismo celular.
En la década de 1970, se descubrió que los peroxisomas estaban involucrados en la descomposición de ácidos grasos de cadena larga y en la síntesis de plasmalógenos, un tipo de lípido esencial para la función cerebral. Esto llevó a la identificación de los trastornos de la biogénesis peroxisomal, que son causados por mutaciones en los genes responsables de la formación y función de los peroxisomas.
El primer trastorno de la biogénesis peroxisomal identificado fue la adrenoleucodistrofia (ALD), descubierta en 1973. La ALD es una enfermedad hereditaria que afecta principalmente a los hombres y se caracteriza por la acumulación de ácidos grasos de cadena larga en el cerebro y las glándulas suprarrenales. Esta enfermedad fue ampliamente conocida gracias a la película "El aceite de Lorenzo", que relata la historia de un niño con ALD.
A lo largo de las décadas siguientes, se descubrieron otros trastornos de la biogénesis peroxisomal, como el síndrome de Zellweger, la enfermedad de Refsum y la enfermedad de D-bifuncional de ácidos grasos. Estas enfermedades presentan una amplia variedad de síntomas, que pueden incluir retraso en el desarrollo, problemas neurológicos, anomalías faciales y disfunción hepática.
En la actualidad, la investigación sobre los trastornos de la biogénesis peroxisomal continúa, con el objetivo de comprender mejor la base genética de estas enfermedades y desarrollar tratamientos más efectivos. Aunque no existe una cura para estos trastornos en la actualidad, se están realizando avances en terapias génicas y farmacológicas que podrían mejorar la calidad de vida de los pacientes en el futuro.