La recomendación general es que las personas con COVID-19 deben evitar hacer ejercicio o participar en actividades físicas intensas mientras se encuentren enfermas. El reposo y la recuperación son fundamentales para permitir que el cuerpo combata la infección y se recupere adecuadamente.
El virus puede afectar los pulmones y el sistema respiratorio, lo que puede dificultar la respiración durante el ejercicio. Además, el ejercicio intenso puede debilitar aún más el sistema inmunológico, lo que podría prolongar la duración de la enfermedad o aumentar el riesgo de complicaciones.
Sin embargo, una vez que la persona se haya recuperado completamente y haya recibido el alta médica, se puede comenzar a reintroducir gradualmente la actividad física. Se recomienda comenzar con ejercicios de baja intensidad, como caminar o hacer estiramientos suaves, y aumentar gradualmente la duración e intensidad a medida que la persona se sienta más fuerte y enérgica.
Es importante escuchar al cuerpo y no forzar el ejercicio si se experimenta fatiga, dificultad para respirar o cualquier otro síntoma persistente. Además, se debe tener en cuenta que cada persona es diferente y la capacidad de recuperación puede variar, por lo que es importante consultar con un médico antes de comenzar cualquier programa de ejercicios después de haber tenido COVID-19.
En resumen, mientras se está enfermo de COVID-19, se debe evitar el ejercicio intenso. Después de la recuperación completa, se puede comenzar con ejercicios suaves y aumentar gradualmente la intensidad. Siempre es recomendable consultar con un médico antes de iniciar cualquier programa de ejercicios.