La Colangitis Biliar Primaria (CBP) es una enfermedad crónica del hígado que afecta principalmente a las vías biliares. Se caracteriza por la inflamación y destrucción progresiva de los conductos biliares intrahepáticos, lo que conduce a la acumulación de bilis dentro del hígado.
La CBP es considerada una enfermedad autoinmune, lo que significa que el sistema inmunológico del cuerpo ataca erróneamente las células sanas del hígado. Aunque la causa exacta de la CBP aún no se conoce, se cree que factores genéticos y ambientales pueden desempeñar un papel en su desarrollo.
Los síntomas de la CBP pueden variar de una persona a otra, pero los más comunes incluyen fatiga, picazón en la piel, dolor abdominal, pérdida de peso y coloración amarillenta de la piel y los ojos. A medida que la enfermedad progresa, puede provocar complicaciones graves, como cirrosis hepática, insuficiencia hepática y cáncer de hígado.
El diagnóstico de la CBP generalmente se realiza mediante pruebas de función hepática, análisis de sangre y biopsia hepática. Una vez que se confirma el diagnóstico, el objetivo principal del tratamiento es ralentizar la progresión de la enfermedad y aliviar los síntomas.
El tratamiento de la CBP suele incluir el uso de medicamentos para reducir la inflamación y la acumulación de bilis, así como para controlar los síntomas. En casos más avanzados, puede ser necesaria la realización de un trasplante de hígado.
Es importante destacar que la CBP es una enfermedad crónica y no tiene cura, pero con un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado, se puede controlar y retrasar la progresión de la enfermedad, permitiendo a los pacientes llevar una vida normal durante muchos años.
En resumen, la Colangitis Biliar Primaria es una enfermedad crónica del hígado que afecta las vías biliares y se caracteriza por la inflamación y destrucción de los conductos biliares intrahepáticos. Aunque no se conoce la causa exacta, se cree que factores genéticos y ambientales pueden desempeñar un papel en su desarrollo. El diagnóstico se realiza mediante pruebas de función hepática y biopsia hepática, y el tratamiento se centra en ralentizar la progresión de la enfermedad y aliviar los síntomas. Aunque no tiene cura, con un tratamiento adecuado, los pacientes pueden llevar una vida normal durante muchos años.