La Atrofia Sistémica Múltiple (ASM) es una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta el sistema nervioso autónomo y el sistema motor. Debido a la naturaleza de esta enfermedad, es importante tener en cuenta ciertas consideraciones al recomendar la práctica de deporte en personas con ASM.
En primer lugar, es fundamental consultar con un médico especialista en neurología para evaluar el estado de salud de la persona y determinar si es seguro y adecuado realizar actividad física. Cada caso de ASM es único y puede variar en la progresión y los síntomas presentes, por lo que es esencial contar con una evaluación médica personalizada.
En general, se recomienda que las personas con ASM realicen ejercicios de bajo impacto y de intensidad moderada. Actividades como caminar, nadar, hacer yoga o pilates pueden ser beneficiosas, ya que no generan un estrés excesivo en el sistema motor y ayudan a mantener la movilidad y la flexibilidad.
La frecuencia e intensidad del ejercicio dependerá de la capacidad y tolerancia individual de cada persona. Es importante comenzar de manera gradual y progresiva, escuchando al cuerpo y evitando el agotamiento o el dolor excesivo. Se sugiere realizar actividad física al menos tres veces por semana, con sesiones de alrededor de 30 minutos, adaptando el tiempo y la intensidad según las necesidades y limitaciones de cada individuo.
Además del ejercicio físico, es recomendable complementar la rutina con ejercicios de fortalecimiento muscular y estiramientos. Estos pueden ayudar a mantener la fuerza y la movilidad en las articulaciones, lo cual es especialmente importante en personas con ASM.
Es fundamental recordar que el objetivo principal de la actividad física en personas con ASM no es mejorar la condición neurológica subyacente, ya que no existe cura para esta enfermedad. Sin embargo, el ejercicio puede tener beneficios secundarios, como mejorar el estado de ánimo, reducir el estrés y promover una mejor calidad de vida.
En resumen, la práctica de ejercicio físico en personas con ASM puede ser recomendable, siempre y cuando se realice bajo supervisión médica y se adapte a las necesidades individuales. Actividades de bajo impacto y moderada intensidad, como caminar, nadar o hacer yoga, pueden ser beneficiosas para mantener la movilidad y la flexibilidad. La frecuencia e intensidad del ejercicio dependerá de la capacidad y tolerancia de cada persona. Es importante recordar que el objetivo principal es mejorar la calidad de vida y el bienestar general, más que buscar una mejoría en la condición neurológica subyacente.