La Coroideremia es una enfermedad genética rara que afecta principalmente a los hombres y que se caracteriza por la degeneración progresiva de la coroides, una capa de tejido ubicada en la parte posterior del ojo. Esta enfermedad fue descubierta por primera vez en el siglo XIX por el oftalmólogo británico Albrecht von Graefe, quien observó cambios en la retina de los pacientes afectados.
A lo largo de los años, se han realizado numerosas investigaciones para comprender mejor la Coroideremia y su origen genético. En la década de 1990, los científicos identificaron el gen responsable de la enfermedad, conocido como CHM (Choroideremia gene). Se descubrió que las mutaciones en este gen son las responsables de la degeneración progresiva de la coroides.
La Coroideremia se hereda de forma recesiva ligada al cromosoma X, lo que significa que los hombres son más propensos a desarrollar la enfermedad que las mujeres. Las mujeres portadoras del gen mutado generalmente no presentan síntomas o tienen síntomas leves, pero pueden transmitir la enfermedad a sus hijos varones.
A medida que la investigación avanzaba, los científicos comenzaron a buscar posibles tratamientos para la Coroideremia. En 2014, se llevó a cabo un ensayo clínico pionero en el Reino Unido, en el que se utilizó una terapia génica para tratar a pacientes con Coroideremia. Esta terapia consistía en la introducción de una copia normal del gen CHM en las células de la retina, con el objetivo de detener o ralentizar la progresión de la enfermedad.
Los resultados de este ensayo clínico fueron alentadores, ya que se observó una mejora en la visión de los pacientes tratados. Esto abrió nuevas esperanzas para aquellos que padecen Coroideremia y sentó las bases para futuras investigaciones en el campo de la terapia génica.
Desde entonces, se han llevado a cabo más ensayos clínicos y se ha continuado investigando en busca de mejores tratamientos para la Coroideremia. Se han explorado diferentes enfoques terapéuticos, como la terapia génica combinada con la administración de fármacos, con el objetivo de mejorar aún más los resultados obtenidos hasta ahora.
Aunque aún no existe una cura definitiva para la Coroideremia, los avances en la investigación y el desarrollo de terapias génicas han brindado esperanza a los pacientes y a sus familias. La historia de la Coroideremia es un ejemplo de cómo la ciencia y la medicina pueden trabajar juntas para comprender y tratar enfermedades genéticas raras, y cómo los avances tecnológicos pueden marcar la diferencia en la vida de las personas afectadas.