La Enfermedad Granulomatosa Crónica (EGC) es una enfermedad genética rara que afecta el sistema inmunológico. Fue descubierta por primera vez en la década de 1950 por un grupo de médicos que notaron que algunos pacientes tenían una susceptibilidad inusualmente alta a las infecciones bacterianas y fúngicas.
La EGC es causada por mutaciones en los genes que codifican las proteínas necesarias para la función normal de los glóbulos blancos, específicamente los neutrófilos. Estos glóbulos blancos son responsables de combatir las infecciones al producir sustancias químicas que matan a los microorganismos invasores. En los pacientes con EGC, los neutrófilos no pueden producir estas sustancias químicas de manera efectiva, lo que resulta en una disminución de la capacidad del sistema inmunológico para combatir las infecciones.
Los síntomas de la EGC pueden variar, pero generalmente incluyen infecciones recurrentes en la piel, los pulmones, los ganglios linfáticos y otros órganos. Estas infecciones pueden ser graves y potencialmente mortales si no se tratan adecuadamente. Además, los pacientes con EGC también pueden experimentar inflamación crónica en diferentes partes del cuerpo, lo que lleva a la formación de granulomas, que son masas de tejido inflamatorio.
El diagnóstico de la EGC se realiza mediante pruebas genéticas que identifican las mutaciones en los genes responsables de la enfermedad. Una vez que se realiza el diagnóstico, el tratamiento de la EGC se centra en el manejo de las infecciones recurrentes y la inflamación. Esto puede incluir el uso de antibióticos para tratar las infecciones, así como medicamentos antiinflamatorios para controlar la inflamación.
Aunque la EGC es una enfermedad crónica y no tiene cura, los avances en la medicina han mejorado significativamente la calidad de vida de los pacientes. Con un manejo adecuado, muchos pacientes con EGC pueden llevar una vida relativamente normal y controlar eficazmente las infecciones recurrentes.